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20 may 2020

Etimologías desatinadas: oxígeno, hidrógeno y nitrógeno

La etimología de oxígeno, hidrógeno y nitrógeno es tan desatinada, incluso contradictoria, que más nos vale actuar como si no existiera para preservar nuestra salud mental. Afortunadamente, muy pocos son hoy capaces de darse cuenta de que el nombre de estos elementos no se corresponde con su naturaleza. Vamos a verlo.

El físico, químico y botánico escocés Daniel Rutherford (1749-1819) había descubierto en 1772 un componente del aire que no era respirable ni conseguía mantener una combustión. Por entonces estaba de moda la teoría del flogisto, por lo que lo denominó aire flogistizado. Debido a lo inerte que era, el químico, biólogo y economista francés Antoine-Laurent de Lavoisier (1743-1794) lo rebautizó ázoe (sin vida), de la α (a-) privativa de los griegos y de ζωή (zōḗ) → 'vida'. Los franceses lo siguen llamando azote. De aquí sale la defensa de la 'z' delante de 'e' e 'i' cuando el compuesto lleva un nitrógeno en la nomenclatura de fármacos y principios activos. Por ahora, todo bien.

Lavoisier propuso en 1787 que el aire atmosférico estaba formado principalmente por dos gases: el ázoe anterior y otro que sí era respirable (denominado aire desflogistizado por Joseph Priestley (1732-1804)) donde pueden vivir los animales, calcinarse los metales y arder los cuerpos combustibles. Esta parte respirable la renombró oxígeno, por derivación de dos vocablos griegos, ὀξύς (oxys) → 'ácido' y γενής (genós) → 'que engendra o genera', porque lo consideraba responsable de la formación de ácidos al combinarse con la mayor parte de las sustancias. Lavoisier también acuñó el término hidrógeno a partir de ὑδρός (hydrós) → 'agua' y el mismo sufijo anterior -geno para designar el elemento que pensaba que servía para generar agua.

Aquí llegan los problemas, porque poco después se comprobó que el oxígeno no generaba ácidos (de hecho, muchos ácidos no contienen oxígeno), sino que lo hacía el hidrógeno, y que el agua debe sus propiedades esencialmente al oxígeno y no al hidrógeno. Como vemos, oxígeno e hidrógeno estaban bautizados al revés, pero el uso ya estaba consagrado y, posiblemente con buen criterio, no se cambiaron los nombres.

Como nunca hay dos sin tres, la denominación oficial del ázoe se cambió a nitrógeno (del francés nitrogène) a propuesta del químico francés Jean-Antoine Claude, conde de Chaptal de Chanteloup (1756-1832) en 1790. Partió del sufijo -geno ya visto y le antepuso νίτρον (nitro-), que se venía utilizando desde antaño de forma vaga para dar nombre a diversos compuestos de sodio y de potasio, como natrón (carbonato sódico) y nitro (nitrato potásico). Tampoco fue un nombre afortunado porque hoy sabemos que el nitrógeno no tiene nada que ver con el sodio ni con el potasio.