En 2011, el Laboratorio del lenguaje ya recogió mis inquietudes sobre los riboswitches, un descubrimiento del siglo XXI. En pocas palabras, se trata en un fragmento de RNA (normalmente de un mRNA) que es capaz de reconocer [mediante el aptámero (aptamer)] un ligando específico y hacer que su plataforma de expresión (expression platform) cambie de estructura —lo siento, yo no escogí esos nombres tan poco inspirados—.
El cambio estructural de la plataforma de expresión tiene efectos sobre la transcripción, traducción, estabilidad o ayuste de ese RNA. Aunque la traducción que parece apropiada para riboswitch sea ribointerruptor, por analogía a los interruptores de la luz, yo prefiero usar riborregulador porque realmente es eso, un RNA (ribo-) que regula, y en esto coincido no solo con @navarrotradmed, sino también con lo que usan los franceses.
Hasta ahora, yo les decía a mis alumnos que podíamos aprovechar los riborreguladores existentes para la biotecnología. Sin embargo, 2016 nos ha dejado un artículo en la revista Nucleic Acids Research donde se describe cómo diseñar riborreguladores de forma artificial. Se abre, por tanto, una nueva manera de controlar la expresión génica a voluntad, que hay que añadir a las técnicas de interferencia por RNA (la mal llamada 'interferencia de RNA' o 'RNA interferente'), o incluso a la CRISPR.
Cuando descubrí que los riborreguladores, aunque menos populares, ya existían, decidí desdecirme y pasar a recomendar su traducción como ribointerruptores.
Me gusta 'riborregulador'.
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